La cobertura sanitaria universal (UHC por sus siglas en inglés) odría transformar la vida de millones de personas, al proporcionar atención sanitaria vital a quienes más lo necesitan. La UHC comporta que todas las personas obtienen los medicamentos y el tratamiento que necesitan sin temor a caer en la pobreza. Desafortunadamente, en nombre de la UHC algunas agencias donantes y gobiernos de países en desarrollo están promocionando sistemas de seguros de salud que excluyen a la mayoría de personas y que dejan atrás a las más pobres. En demasiados casos, estos programas otorgan prioridad a grupos del sector formal ya de por sí más favorecidos y fomentan así la desigualdad. En lugar de centrar los esfuerzos en recabar aportaciones de personas que carecen de recursos para pagar, los países que más progresos están realizando en la UHC dan prioridad a cubrir los gastos sanitarios a partir de la tributación general, bien como fuente única o junto con la recaudación fiscal procedente de las nóminas del sector formal y la ayuda internacional. Tanto donantes como gobiernos deben dejar de lado los programas de seguros inviables y orientar sus esfuerzos hacia una financiación que funcione para lograr una atención sanitaria universal y equitativa para todos.